jueves, 4 de septiembre de 2008

LAS PATRAÑAS DEL GOBIERNO

La insigne secretaria de Estado de Inmigración, Consuelo Rumí, que a este ritmo acabará haciendo buenos a sus impresentables predecesores en el cargo, no tardó ni un par de horas. Apenas conoció la noticia de los 14 muertos en un cayuco llegado al sur de Gran Canaria, volvió a enarbolar el consabido y facilón discurso de "todo es culpa de las mafias". No me cansaré de decirlo: los africanos que recurren a los cayucos están desesperados por salir de su situación y suben voluntariamente a estas embarcaciones. Claro que hay gente que se aprovecha, igual que del tráfico de drogas o de armas. Estaría bueno. Pero si algo los obliga a escoger esta vía es, en realidad, la restrictiva legislación europea que no les deja más opciones, así que si alguien quiere buscar culpables que mire también hacia esta orilla.
Y ya entrando en materia, el ministro Corbacho anunció ayer un drástico recorte a las contrataciones de extranjeros en origen. Vamos, que la cosa es que no vengan, ni ilegal ni legalmente. Cerramos las ventanas para que no se cuelen, pero también les damos con la puerta en las narices. Y, en el colmo del despropósito, el ministro Rubalcaba dice que endurecerá las penas contra los supuestos patrones de cayucos, que no son sino los mismos inmigrantes que pagan el viaje llevando la piragua o que se prestan a ello porque saben hacerlo. Pero esto lo sabe Rubacalba y cualquier persona con sentido común, lo que pasa es que el Gobierno necesita chivos expiatorios para descargarse de responsabilidad: las mafias y los patrones. Menuda patraña.
Bien podrían esmerarse en investigar un poco qué están haciendo algunos gobiernos africanos con el dinero que España entrega a lo loco para que éstos cooperen con la vigilancia costera y las repatriaciones. En mi reciente viaje a Senegal, un joven bien informado me dijo, claramente, que el Gobierno español se había convertido en el brazo financiero del partido que gobierna en este país y, además, pude ver con mis propios ojos el uso particular que algunos privilegiados están dando a los millones y millones de euros que España les envía para, supuestamente, fomentar el retorno de los jóvenes a la agricultura. Así que menos chau, chau y más controlar la cosa, señores ministros.

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