miércoles, 22 de abril de 2009
LA LEY DE LOS HOMBRES
Viajaban en dos pequeñas embarcaciones rumbo a Europa. Habían salido de Libia diez días atrás, pero perdieron el rumbo, se les acabó la gasolina o se estropearon los motores, vaya usted a saber. El pasado jueves estaban a decenas de millas de la isla italiana de Lampedusa, cuando un carguero turco llamado Pinar los descubre en medio de su desamparo. El capitán, obligado por esa necesaria ley del mar que proclama el obligatorio rescate de cualquier naufrago, se acerca hasta ellos y los sube a bordo.
Eran 145 personas. Entre ellas había unas 35 mujeres, dos embarazadas y otra, también en estado de gestación, que falleció en algún momento de la travesía o posterior al rescate, una circunstancia aún por aclarar. Estaban realmente débiles, con síntomas de hipotermia y deshidratación. Al parecer, se les habían acabado las provisiones y estuvieron bebiendo agua del mar. Su situación era muy peligrosa.
Sin embargo, el baile empieza cuando el capitán del barco turco se pone en contacto con las autoridades de Malta e Italia. El Gobierno de Berlusconi no se quiere hacer cargo de los inmigrantes porque dice que fueron rescatados en aguas bajo competencia maltesa; por su parte, el Ejecutivo maltés plantea que deben ser desembarcados en el puerto más cercano, en este caso italiano.
Mientras se prolonga el diálogo de besugos, la situación a bordo se va deteriorando hasta el punto de que Italia se ve obligada a mandar varios médicos para comprobar qué está pasando. Los 13 tripulantes del Pinar comienzan a sufrir también problemas de salud, no hay suficientes mantas a bordo y hace mucho frío por la noche. El funeral por la chica embarazada se celebra en la cubierta en medio de un impresionante silencio.
Al final, tras cuatro largos y vergonzantes días que deberían hacernos enrojecer a todos los europeos y solo para evitar un escándalo internacional si otro de los inmigrantes moría en el barco, Italia decide aceptarlos y los desembarcan en Sicilia, desde donde, probablemente, muchos serán repatriados a sus países.
Aseguran que el capitán del Pinar, cuando reemprendió su viaje tras esta historia rocambolesca, mascullaba entre dientes que, la próxima vez, quizás pasara de largo para evitarse problemas y tantos días de retraso. “¿Para qué me preocupo tanto si luego los gobiernos se pasan la pelota unos a otros? ¿Tengo yo que rescatar a inmigrantes que, posteriormente, nadie acepta desembarcar? ¿De qué sirve la ley del mar, si al final se impone la ley de los hombres?”, dicen que se preguntaba en voz alta.
La foto es de Efe.
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3 comentarios:
¡¡ si esta es la ley de los hombres prefiero la ley de los animales¡¡ ¡¡ qué verguenza para nuestra raza¡¡
Si existe un Dios que se apiade de nuestra alma de occidentales europeos.
No aprendemos. Pasan los años y cada vez estamos peor.
Este tipo dehechos de un poco de vergüenza.
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