Nadie nace invisible. Esta condición se suele adquirir con el tiempo y tras un largo y penoso proceso. Al principio puede ser una extremidad, un brazo por ejemplo. Cuando te vienes a dar cuenta, una mañana temprano, te pones frente al espejo y ya no está. Luego desaparece el otro y, en el transcurrir de unas semanas, las piernas, el tronco, la cabeza y, tatatachán, he aquí un nuevo invisible.
A otros les pasa de golpe. Han estado toda la vida trabajando duro y, de repente, les ponen de patitas en la calle. Hasta ese momento, su presencia corpórea había sido advertida por todos cuantos se cruzaban en su camino, el portero, la panadera, la chica del quiosco, su jefe, sus compañeros del trabajo. Sin embargo, en un plis plas, ya nadie es capaz de verlo. Esta persona sale cada día a la calle en busca de un empleo que le permita ganarse el jornal, pero no hay nada que hacer. La gente ya ni lo esquiva.
Luego están los invisibles por contraste. Los negros, por ejemplo. Ellos llegan de lugares que, en realidad, no existen y se dedicaban hasta ahora a los trabajos más duros y peor pagados, como la agricultura o el servicio doméstico. Sin papeles, sin oportunidad de conseguirlos, muchos acababan vendiendo en los mercadillos. Veíamos las máscaras y las telas africanas, pero a ellos no. Ahora muchos se han ido o quieren irse porque el trabajo escasea. Llegan y se van. Invisibles, al fin.
Y, finalmente, hay una especie de invisible que abunda mucho últimamente. Son los pobres de solemnidad. Nadie lo sabe, pero están ahí. Junto a mi casa vive uno. Ya está jubilado, cobra unos quinientos euros de pensión y a veces lo escucho revolviendo en los contenedores. En los tiempos que corren hay mucho invisible como mi vecino. Pero no se preocupen demasiado, somos capaces de pasar a escasos centímetros de ellos y ni nos enteramos.
Hay quien dice que se está organizando una revuelta de invisibles en demanda de sus derechos inherentes a toda persona, sea cual sea su composición molecular. Que amenazan con echarse a la calle y colapsar las ciudades. Pero yo no me lo creo. Quizás por un mágico conjuro podamos verlos ese día y ponerles un poco de atención. Pero al día siguiente volverán a desaparecer. Es lo que tiene la invisibilidad, que tiende a ser irreversible.
miércoles, 15 de abril de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
5 comentarios:
Qué gran artículo¡ Te felicito, es de lo mejor que hemos leído últimamente sobre la situación de tantas personas a los que los "afortunados" inmersos en sus trabajos y sus rutinas no quieren ver o simplemente se han acostumbrado a mirarles como parte del "decorado" de sus calles y de sus barrios. Volverán a ser invisibles los españoles en otros países cuando en no mucho tiempo se vean obligados a emigrar de nuevo? Es que alguien lo puede dar por descartado?
Magnifico artículo. Felicidades, he visto al mejor Cortazar de Canarias en tus palabras .. sigue así..
Chapó !!!
*LOS NADIE*
Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadie con salir
de pobres,
que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a
cántaros la buena suerte;
pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca.
Ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los
nadie la llamen,
aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie
derecho,
o empiecen el año cambiando de escoba.
Los nadie: los hijos de nadie, los dueños de nada.
Los nadie: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre,
muriendo la vida, jodidos, rejodidos.
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones, sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la
prensa local.
Los nadie, que cuestan menos que la bala que los mata.
*Eduardo Galeano*
Enhorabuena Pepe, me gustó mucho tu artículo y me recordó a este de Galeano que leí hace mucho tiempo.Va por tí.
Pues lo cierto es que hay muchos más invisibles de los que usted cree. ¡Y anda como es que nos los veo!, pues ya lo dijo usted, tremenda es su cualidad...
Pero bueno siga, siga mirando e igual algún día encuentra a otros invisibles. Y también se piensa y lee todos los días comprenda cuales son las máquinas invisibles que mueven a los visibles y a los no- visibles.
Y ahora me perdonará que me tranformé yo en invisible. ¿Qué más da quien sea yo? Sólo he querido que piense un poco y nada más...
Publicar un comentario