Yahya Jamed cura el SIDA los jueves y el asma los sábados. Armado con el Corán y con una pasta verdosa a base de una mezcla de siete enigmáticas hierbas, el presidente y líder absoluto de la empobrecida Gambia recibe a sus súbditos y pacientes y les promete una rápida y certera curación. Lo que hace es todo mentira, pero da igual. Al fin y al cabo, en Gambia cada vez quedan menos periodistas libres para denunciar los embustes de sus dirigentes, porque las voces críticas son encarceladas o algo peor.
Y si no que se lo pregunten a la familia y los amigos de Deyda Haydara, el reportero de este país asesinado a sangre fría la noche del 16 de diciembre de 2004 cuando conducía su coche de vuelta del trabajo. Curiosamente, y tal como se ha ocupado de denunciar Reporteros sin Fronteras, Haydara estaba siendo investigado y vigilado por los servicios de inteligencia gambianos en el momento de su muerte después de que hubiera escrito artículos abiertamente críticos hacia la política oficial en materia económica y de libertad de prensa.
Sin embargo, ni los reporteros torturados o asesinados, ni la práctica de la ablación consentida desde las más altas instancias del poder, ni la falta generalizada de libertades, ni el encarcelamiento de los opositores políticos, ni el estrangulamiento de la sociedad civil. Nada de eso ha sido obstáculo para que el Gobierno de España, en la persona de la vicepresidenta Fernández de la Vega, se reuniera hace unos días con las autoridades gambianas en un clima de gran cordialidad y apoyo y respeto mutuo.
Admito que la vicepresidenta me cayó bien desde el principio. La recuerdo dando la cara en los lugares y momentos más difíciles, en los incendios, en las inundaciones, en los periodos de crisis de este Gobierno. Pero lo siento, esto no me lo trago. Me gustaría tener un Gobierno que respetara los Derechos Humanos dentro y fuera de sus fronteras. Que mis representantes públicos fueran más coherentes. Si sacamos las tropas de Irak porque aquella guerra era ilegal, ¿qué hacemos dando oxígeno a un dictador de la peor calaña que tortura y que mata a los suyos, que encierra a quienes no piensan igual, que persigue y hostiga a los homosexuales?, ¿qué estamos haciendo en África?
Dos patrulleras, dos todoterrenos, dos zodiacs, cinco motos y cursos gratis para la policía gambiana. Este es el precio con el que el Gobierno español pretende comprar la voluntad del dictador Yahya Jamed para que impida la salida de cayucos desde sus costas y acepte las repatriaciones desde España. Ésta es la política que exporta la democrática España hacia África. Como ya hiciera con Marruecos, con Mauritania y luego con Senegal, el chantaje como forma de relación política. Y si algo huele mal por allí, nos tapamos las narices y miramos para otro lado.
Sinceramente, de pena.
Y si no que se lo pregunten a la familia y los amigos de Deyda Haydara, el reportero de este país asesinado a sangre fría la noche del 16 de diciembre de 2004 cuando conducía su coche de vuelta del trabajo. Curiosamente, y tal como se ha ocupado de denunciar Reporteros sin Fronteras, Haydara estaba siendo investigado y vigilado por los servicios de inteligencia gambianos en el momento de su muerte después de que hubiera escrito artículos abiertamente críticos hacia la política oficial en materia económica y de libertad de prensa.
Sin embargo, ni los reporteros torturados o asesinados, ni la práctica de la ablación consentida desde las más altas instancias del poder, ni la falta generalizada de libertades, ni el encarcelamiento de los opositores políticos, ni el estrangulamiento de la sociedad civil. Nada de eso ha sido obstáculo para que el Gobierno de España, en la persona de la vicepresidenta Fernández de la Vega, se reuniera hace unos días con las autoridades gambianas en un clima de gran cordialidad y apoyo y respeto mutuo.
Admito que la vicepresidenta me cayó bien desde el principio. La recuerdo dando la cara en los lugares y momentos más difíciles, en los incendios, en las inundaciones, en los periodos de crisis de este Gobierno. Pero lo siento, esto no me lo trago. Me gustaría tener un Gobierno que respetara los Derechos Humanos dentro y fuera de sus fronteras. Que mis representantes públicos fueran más coherentes. Si sacamos las tropas de Irak porque aquella guerra era ilegal, ¿qué hacemos dando oxígeno a un dictador de la peor calaña que tortura y que mata a los suyos, que encierra a quienes no piensan igual, que persigue y hostiga a los homosexuales?, ¿qué estamos haciendo en África?
Dos patrulleras, dos todoterrenos, dos zodiacs, cinco motos y cursos gratis para la policía gambiana. Este es el precio con el que el Gobierno español pretende comprar la voluntad del dictador Yahya Jamed para que impida la salida de cayucos desde sus costas y acepte las repatriaciones desde España. Ésta es la política que exporta la democrática España hacia África. Como ya hiciera con Marruecos, con Mauritania y luego con Senegal, el chantaje como forma de relación política. Y si algo huele mal por allí, nos tapamos las narices y miramos para otro lado.
Sinceramente, de pena.
1 comentario:
Podríamos decir entonces que el Gobierno guarda en Gambia un silencio a la saharaui, es decir, constructivo a SU manera.
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