Cuando estudiaba en el colegio y ante la cercanía de la Navidad, la profesora me mandó una vez que hiciera un trabajo sobre cómo se viven estas fiestas en otros países del mundo. Como me puse malo y no entregué aquel trabajo, sirva este artículo para desquitarme.
La red de alcantarillado de Harare, la capital de Zimbawe, está colapsada y el agua potable que llega a las viviendas ya es de todo menos potable, lo que ha provocado la muerte de más de medio millar de personas a causa del cólera. Si a ello sumamos la catastrófica situación nacional, con un paro del 80 por ciento y una inflación del 231 millones por ciento, el resultado no puede ser más desalentador. Bueno, corrijo, sí puede ser más desalentador. Un brote de ántrax en el norteño valle de Zambeze está comenzando a matar a los que han sobrevivido al cólera.
Decenas de miles de refugiados se hacinan en inseguros campamentos montados por Naciones Unidas en el este del Congo. Allí falta de todo, empezando por comida y por agua, imprescindibles para la vida. La causa de tanta desesperación es una guerra étnica alimentada por los gobiernos africanos y las multinacionales extranjeras con el objetivo de facilitar la extracción del coltan, un mineral con el que se fabrican los condensadores de teléfonos móviles, ordenadores y otros aparatos electrónicos. Los mineros del coltan de Kivu trabajan en condiciones de esclavitud, bien lejos de la mirada occidental.
Grupos rebeldes han secuestrado en las últimas semanas una treintena de camiones cargados con ayuda humanitaria que se dirigían a los campos de refugiados de Darfur, entre el Chad y Sudán. Se desconoce el paradero de los conductores. Ello ha provocado el descenso a la mitad del suministro de comida para los cientos de miles de personas que han huido de sus casas por esta guerra olvidada que ha provocado ya unos 750.000 muertos, cifras avaladas por Naciones Unidas.
Mientras participaban en una sentada en la Universidad de Agadir, dos jóvenes saharauis, Baba Khaya y El Houssein Kteif, fueron arrollados por una guagua. Días después, los familiares del primero fueron apaleados brutalmente por las fuerzas policiales marroquíes en la ciudad de Bojador, a tiro de piedra de Canarias, por enarbolar banderas saharauis durante su entierro. Horas después, los mismos agentes penetraron por la fuerza en las casas de los parientes del fallecido y detuvieron a varios de ellos, golpeándoles con saña en las comisarías.
Por cierto, feliz Navidad.
miércoles, 10 de diciembre de 2008
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