miércoles, 15 de octubre de 2008

LAS VERDADES DE JÉRÔME


Lo conocí una mañana de marzo de 2006. Me recibió atentamente en su pequeña iglesia redonda, situada sobre una pequeña y arenosa montaña del centro de Nuadibú. El padre Jérôme Otitoyomi (en la imagen), un valiente cura nigeriano, llevaba ya tiempo dando asilo y refugio a quienes llegaban desde lo más profundo del continente africano en busca de un cayuco para llegar a Canarias. En los últimos seis años ha enterrado con sus propias manos a más de una veintena de jóvenes que el mar se encargó de arrastrar hasta la costa. Es una voz autorizada, una persona que se ha entregado en cuerpo y alma a quienes nada tienen, sin importarle su religión o su origen.
El padre Jérôme lo acaba de decir en una entrevista concedida a la revista Jeune Afrique. “Aquí hay siempre un montón de gente que quiere partir a toda costa. Las nuevas leyes y políticas de Europa… ¡eso no les dice nada! Cada uno busca la más mínima abertura, cada cual piensa que va a encontrar su oportunidad. Las salidas de cayucos continúan y van a continuar”, asegura el religioso.
Esta ciudad mauritana sigue siendo, hoy por hoy, el principal punto de salida de embarcaciones hacia Canarias. Los chicos vienen desde Malí y desde Senegal, pero también desde Gambia, Guinea Bissau o Costa de Marfil. En Nuadibú se concentran y aguardan su momento. Sólo es cuestión de tiempo que asistamos a la próxima tragedia. Será una barcaza a la deriva con decenas de muertos, un naufragio a pocos metros de la costa o la presencia a bordo de muertos anónimos, fallecidos a causa del esfuerzo, la hipotermia y la deshidratación… pero también por la sordera de una Europa blindada por sus cuatro costados.
Que en medio de tanta crisis financiera y tanto crash bursátil no hablemos de ellos, no significa que no existan. Como dice Jérôme, pese a todo y contra todo, los cayucos seguirán zarpando.

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