Fue en mayo de 2005. Me encontraba en El Aaiún haciendo unos reportajes cuando estalló la llamada Intifada saharaui. Manifestaciones, represión, violencia. El Sahara ocupado parecía levantarse contra su opresor. Entonces conocí a Daddach. Otros activistas, como Hammed Hmad, Brahim Noumria o Aminatou Haidar organizaron un encuentro en un piso secreto con los pocos periodistas occidentales que estábamos allí y él se encontraba en la sala. No hablaba demasiado, su mera presencia destilaba autoridad. Había estado 25 años sufriendo todo tipo de vejaciones en las cárceles marroquíes y se había convertido en el símbolo de la resistencia. Tanto sufrimiento hace que aparente más edad de la que realmente tiene. Es Sidi Mohamed Daddach, premio Rafto de Derechos Humanos 2002, a quien ahora el Consulado Español en Agadir le deniega el visado para viajar a Las Palmas a participar en unas excelentes jornadas de Juristas por el Sahara que se celebran la próxima semana. Hace pocos días fue golpeado por la policía marroquí.
Una inmensa y pesada losa de silencio sigue oprimiendo al Sahara y el Gobierno español, lejos de contribuir a que se visibilice tanta injusticia, se convierte en cómplice del régimen marroquí. Qué poca vergüenza.
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