Italia quiere endurecer su legislación contra el inmigrante. Literalmente, quiere convertir en delito penal la estancia irregular, es decir, criminalizar el mero hecho de migrar. Todo ello, en medio de un enrarecido clima por la quema de campamentos de gitanos en el sur del país. Franco Frattini, nuevo ministro de Exteriores italiano, ha asegurado que para ese "endurecimiento" se fijará en las políticas puestas en marcha por Zapatero en España. Y Frattini sabe bien de lo que habla. Fue, durante años, comisario europeo de Seguridad y Justicia y es quien ha coordinado la vigilancia europea ante los cayucos a través de la Agencia Frontex.
Al mismo tiempo, en Bruselas se discute la extensión a 18 meses, o incluso más allá, del periodo de internamiento de los inmigrantes. Hablando en plata, meterlos en cárceles durante años por la simple razón de carecer de papeles. España comparte la tesis de ampliar ese tiempo, según dice Rubalcaba, ministro de Interior, "para tener tiempo de expulsarlos".
He conocido a decenas de africanos que se juegan la vida en ríos, en fronteras, en desiertos y, finalmente, en el brazo de mar que les separa de Canarias. Lo intentan una y otra vez porque razones poderosas les empujan. Lo que muchos de ellos no saben es que a su llegada a Europa, caso de conseguirlo, tendrán que vérselas con personajes como Berlusconi, Frattini o Rubalcaba, que están protagonizando uno de los peores recortes a las libertades de la gente de cuantos tengo memoria. ¡Qué vergüenza!