miércoles, 4 de febrero de 2009

MALDITO FEBRERO

Me levanto cada mañana y consulto los periódicos en Internet. La pantalla de mi ordenador no arroja sino malas noticias. El paro avanza como un tren desbocado, la gente normal no tiene para pagar sus hipotecas y se ahoga lentamente entre facturas, recibos, cuotas y deudas. Las tarjetas que echaban humo a principios de enero exigen su sacrificio humano y hay un señor que quiere pegarse fuego delante de un Ayuntamiento porque éste no le abona lo que le debe. Mientras tanto, los políticos de allá se espían unos a otros y los de aquí se enredan y tropiezan una y otra vez en sus propias mentiras.

Arranca este calimoso febrero de carnaval que pese a sus 28 días y su pinta de modosito se presenta largo, tedioso y todo un coñazo de deflaciones, índices bursátiles y más malas noticias en forma de tecnicismos económicos que nadie entiende. Bueno, como enero y como diciembre y noviembre y de ahí para atrás. Que menuda temporadita llevamos con las cosas del comer.

Y encima llega este mes y se estrena con la muerte en alta mar de tres jóvenes negros que fallecieron, desfallecidos, tras diez largos días de magullarse a bordo de un cayuco que saltaba como un juguete a merced de las olas de estos días. Uno de los chicos muertos era tan solo un niño; su hermano mayor, entre los vivos que sí aguantaron el viaje, lloraba su pérdida en el muelle de Arguineguín mientras los voluntarios de la Cruz Roja intentaban calmarle.

Pero a nadie parece importarle ya nada. Ni a los políticos, ni a los medios ni a los ciudadanos. Primero tendremos que preocuparnos de los nuestros, dicen los sesudos analistas, y luego de aquellos que vienen de fuera. Pues bueno. Lo que no saben estos lumbreras es que ayer fuimos ellos y mañana podemos volver a serlo. No sabemos cuál es la próxima parada de nuestro viaje, no tenemos ni idea acerca de los perfiles de nuestro futuro y nos atrevemos a mostrar la indiferencia propia de quienes tienen el estómago lleno.

Pero da igual. No sé ni para qué gasto palabras. Hoy pocos se acordarán de estos tres chicos. Mañana, nadie. Al fin y al cabo, como decía el gran poeta senegalés Leopoldo Sedar Senghor, “en África no hay fronteras, ni siquiera entre la vida y la muerte”. Y para Europa toda esta gente que pierde la vida en los arrabales de nuestra opulencia no son sino un mal necesario. Maldito febrero.

4 comentarios:

El peregrino dijo...

Maldito febrero de la injusticia y la insensibilidad. Felicitaciones por el blog y por su solidaridad maravillosa, por sentir sin avergonzarse que África -ese gran pecado de Europa- comienza ya en los Pirineos.

José Naranjo dijo...

Gracias peregrino, por tus palabras de aliento

Anónimo dijo...

Yo creo que sí sé para qué gastas palabras. Es más, creo que tú también lo sabes. Porque, pese a todo, sigue teniendo sentido dar batalla y aporrear las conciencias de quienes te leemos. Porque te necesitamos para tratar de ser mejores. Un abrazo fuerte

Anónimo dijo...

Querido Pepe:


En homenaje a los africanos deleítanos con alguna entrada donde nos muestres esa África de la dignidad, la de la vida...

Alguna historia que nos haga penetrar en la historia africana de la vida.
Por supuesto tus entradas de denuncias son imprescindibles.
Gracias.-

 
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