lunes, 27 de julio de 2009
CONTRA EL OLVIDO
Convocados por la asociación Raíz del Pueblo y la Coordinadora de Asociaciones Africanas, medio centenar de personas nos reunimos el pasado sábado por la mañana junto a la playa de La Señora, en Fuerteventura, para rendir homenaje a los más de 3.000 inmigrantes que han perdido la vida entre África y Canarias en los últimos diez años. Durante el acto, se procedió a la inauguración de una escultura en recuerdo del primer naufragio en aguas canarias, que tuvo lugar precisamente en esta playa, obra de los artistas majoreros Antonio Patallo, Juan Miguel Cubas y Edgardo Junco. La noche anterior tuvimos ocasión de presentar el libro Los Invisibles de Kolda en la sede de Raíz del Pueblo, en La Oliva. Gracias a todos los que asistieron a estos actos. No podemos ni debemos olvidar.
martes, 21 de julio de 2009
UN TRISTE ANIVERSARIO
La cita era el viernes por la noche al sur del muelle de El Aaiún. Allí, amparados por la oscuridad, diecinueve jóvenes saharauis procedentes de la ciudad de Guelmim se habían reunido para emprender juntos un viaje que les llevaría hasta Canarias. Abdoula era un experto marinero y, al fin y al cabo, decenas de chicos lo habían hecho antes que ellos desde que en 1994 la primera patera llegara hasta Salinas del Carmen. Así que, armados de valor y con sus escasas pertenencias, se subieron a la barquilla.
El viaje, siempre de noche, transcurrió sin problemas. Pasadas unas horas, las luces de la costa de Fuerteventura comenzaron a titilar a lo lejos. Allí estaban Gran Tarajal, el Faro de la Entallada y la muy luminosa Morro Jable, paraíso de los turistas. Con las primeras claridades del día, la barquilla enfilaba ya hacia el muelle. Sin embargo, el patrón quiso alejarse de lugares habitados y buscó la tranquilidad de las escarpadas costas al sur de Morro Jable.
En este punto, algo falló. Abdoula no vio unas rocas semisumergidas y chocó contra ellas, destrozando la barquilla. Y vino el desconcierto. Los diecinueve jóvenes y los dos patrones cayeron al agua y comenzaron a nadar hacia la playa. Sin embargo, nueve de ellos no llegaron nunca y la mar se encargó de ir escupiendo sus cuerpos por la playa de La Señora ese mismo día y los siguientes. Dos cadáveres no fueron recuperados jamás.
Todo sucedió el sábado 24 de julio de 1999 al sur de Fuerteventura. En los años siguientes, muchas pateras se estrellaron literalmente contra las rocas de esta isla y también de Lanzarote, sin que a nadie pareciera importarle. Luego, ya en 2005, aparecieron los cayucos y sólo en un año murieron casi mil chicos. Y llegaron 2006, 2007 y 2008. Y en estas hemos llegado hasta aquí. Hace apenas una semana, otros tres africanos sacrificaron sus vidas en una barcaza que llegó a El Hierro. ¿Quiénes eran? ¿Quién se acuerda ya de ellos, salvo unas madres y unos hermanos angustiados que ahora mismo estarán sufriendo allá, en África, porque no han tenido noticias de los suyos?
El próximo sábado por la mañana, justo una década después del primer naufragio de inmigrantes conocido en las costas canarias, distintos colectivos sociales de Fuerteventura han organizado un homenaje en la propia playa de La Señora en recuerdo de los más de 3.000 chicos que han perdido la vida entre África y Canarias a lo largo de esta década negra. Pero el problema de este aniversario es que, dentro de otros diez años, tendremos que volver a juntarnos en respetuoso silencio porque la riada de muertos habrá aumentado y en lugar de 3.000 serán muchos más.
Mientras no cambien las razones profundas que mueven a los jóvenes africanos a salir de sus países y desde Europa sigamos sin comprender que las vallas y la dureza de las leyes no van a impedirlo, sino todo lo contrario, que en realidad lo que hacen es seguir alimentando este genocidio estructural, mientras esto no cambie, repito, tendremos que seguir lamentando muertes inocentes. Y como me parece a mí que el grado de civilización de un pueblo debería medirse, no por su tecnología ni por sus hazañas culturales o científicas, sino más bien por la forma en que recibimos a los que llegan de fuera, por eso mientras sigan muriendo chicos en nuestras playas no se puede decir otra cosa sino que nuestro proyecto colectivo de convivencia es un fracaso. Aunque la mayoría prefieran mirar para otro lado.
El viaje, siempre de noche, transcurrió sin problemas. Pasadas unas horas, las luces de la costa de Fuerteventura comenzaron a titilar a lo lejos. Allí estaban Gran Tarajal, el Faro de la Entallada y la muy luminosa Morro Jable, paraíso de los turistas. Con las primeras claridades del día, la barquilla enfilaba ya hacia el muelle. Sin embargo, el patrón quiso alejarse de lugares habitados y buscó la tranquilidad de las escarpadas costas al sur de Morro Jable.
En este punto, algo falló. Abdoula no vio unas rocas semisumergidas y chocó contra ellas, destrozando la barquilla. Y vino el desconcierto. Los diecinueve jóvenes y los dos patrones cayeron al agua y comenzaron a nadar hacia la playa. Sin embargo, nueve de ellos no llegaron nunca y la mar se encargó de ir escupiendo sus cuerpos por la playa de La Señora ese mismo día y los siguientes. Dos cadáveres no fueron recuperados jamás.
Todo sucedió el sábado 24 de julio de 1999 al sur de Fuerteventura. En los años siguientes, muchas pateras se estrellaron literalmente contra las rocas de esta isla y también de Lanzarote, sin que a nadie pareciera importarle. Luego, ya en 2005, aparecieron los cayucos y sólo en un año murieron casi mil chicos. Y llegaron 2006, 2007 y 2008. Y en estas hemos llegado hasta aquí. Hace apenas una semana, otros tres africanos sacrificaron sus vidas en una barcaza que llegó a El Hierro. ¿Quiénes eran? ¿Quién se acuerda ya de ellos, salvo unas madres y unos hermanos angustiados que ahora mismo estarán sufriendo allá, en África, porque no han tenido noticias de los suyos?
El próximo sábado por la mañana, justo una década después del primer naufragio de inmigrantes conocido en las costas canarias, distintos colectivos sociales de Fuerteventura han organizado un homenaje en la propia playa de La Señora en recuerdo de los más de 3.000 chicos que han perdido la vida entre África y Canarias a lo largo de esta década negra. Pero el problema de este aniversario es que, dentro de otros diez años, tendremos que volver a juntarnos en respetuoso silencio porque la riada de muertos habrá aumentado y en lugar de 3.000 serán muchos más.
Mientras no cambien las razones profundas que mueven a los jóvenes africanos a salir de sus países y desde Europa sigamos sin comprender que las vallas y la dureza de las leyes no van a impedirlo, sino todo lo contrario, que en realidad lo que hacen es seguir alimentando este genocidio estructural, mientras esto no cambie, repito, tendremos que seguir lamentando muertes inocentes. Y como me parece a mí que el grado de civilización de un pueblo debería medirse, no por su tecnología ni por sus hazañas culturales o científicas, sino más bien por la forma en que recibimos a los que llegan de fuera, por eso mientras sigan muriendo chicos en nuestras playas no se puede decir otra cosa sino que nuestro proyecto colectivo de convivencia es un fracaso. Aunque la mayoría prefieran mirar para otro lado.
martes, 14 de julio de 2009
EL PP Y LA TETA
Me gustan las tetas. No es que sienta una especial devoción por ellas ni que se me aparezcan en sueños y esas cosas, pero admito que me gustan. Forman parte del cuerpo humano, esa fantástica maquinaria que nos lleva y nos soporta durante toda la vida, y merecen todo nuestro respeto. Hay tetas para todos los gustos, igual que ojos, brazos, penes y orejas, y todas son parte indisoluble de la persona que las porta.
Hace ya algunos años me aficioné a ir a la playa de Montaña Arena, paraíso de los nudistas. Admito que el primer día me puso algo incómodo eso de ponerme en bolas delante de todo el mundo, pero una vez hubieron desaparecido los bañadores y los meybas, los bikinis y los pareos, cuando todo quisque se mostró tal y como era sin parapetos ni telas donde ocultar su desnudez, pues resulta que empecé a congraciarme con el género humano, con su belleza, pero también con sus imperfecciones.
En bolas somos todos iguales. Piel y músculo, claros y oscuros, prominencias y hendiduras, pelos y calvas. No hay nada que esconder porque todo es compartido. Si te gusta mirar, mira. Si no, pues no mires. Y cada uno a su aire y aquí no pasa nada. Viejos y jóvenes, adultos y niños, era y es lo más natural del mundo y nunca se me ocurrió pensar que hacíamos nada indecente o incómodo para nadie.
Pues resulta que ahora el Partido Popular de Telde, la ciudad donde nací y donde vivo, acaba de plantear la posibilidad de que se prohíba a las mujeres enseñar las tetas en las playas. Dice su portavoz municipal que ésta es una ciudad conservadora y que hay gente que no le gusta verlas campando a sus anchas. La verdad es que todavía no he acertado a descifrar qué mal hace a nadie la visión de una teta, o incluso de dos, pero sí me parece que o bien esta gente está fuera de cobertura o la ideilla debe proceder de alguna mente muy enferma.
Cuando estoy por ahí fuera, me pasó hace apenas unos días, y digo que soy de Telde, mucha gente me dice “ah, sí, esa ciudad de Canarias donde hubo un famoso caso de corrupción por el cobro ilegal de comisiones”. Y yo voy y respondo “sí, esa misma” y cambio de tema porque la verdad es que paso de dedicar mi tiempo a hablar de chorizadas. Y ahora salen con esta chorrada. Debe ser que a esta gente del PP la única teta que le gusta es aquella de la que pueden mamar (con perdón). Sobre todo si la teta en cuestión es pública y da mucha, pero que mucha leche.
¡Que viva la teta!
Hace ya algunos años me aficioné a ir a la playa de Montaña Arena, paraíso de los nudistas. Admito que el primer día me puso algo incómodo eso de ponerme en bolas delante de todo el mundo, pero una vez hubieron desaparecido los bañadores y los meybas, los bikinis y los pareos, cuando todo quisque se mostró tal y como era sin parapetos ni telas donde ocultar su desnudez, pues resulta que empecé a congraciarme con el género humano, con su belleza, pero también con sus imperfecciones.
En bolas somos todos iguales. Piel y músculo, claros y oscuros, prominencias y hendiduras, pelos y calvas. No hay nada que esconder porque todo es compartido. Si te gusta mirar, mira. Si no, pues no mires. Y cada uno a su aire y aquí no pasa nada. Viejos y jóvenes, adultos y niños, era y es lo más natural del mundo y nunca se me ocurrió pensar que hacíamos nada indecente o incómodo para nadie.
Pues resulta que ahora el Partido Popular de Telde, la ciudad donde nací y donde vivo, acaba de plantear la posibilidad de que se prohíba a las mujeres enseñar las tetas en las playas. Dice su portavoz municipal que ésta es una ciudad conservadora y que hay gente que no le gusta verlas campando a sus anchas. La verdad es que todavía no he acertado a descifrar qué mal hace a nadie la visión de una teta, o incluso de dos, pero sí me parece que o bien esta gente está fuera de cobertura o la ideilla debe proceder de alguna mente muy enferma.
Cuando estoy por ahí fuera, me pasó hace apenas unos días, y digo que soy de Telde, mucha gente me dice “ah, sí, esa ciudad de Canarias donde hubo un famoso caso de corrupción por el cobro ilegal de comisiones”. Y yo voy y respondo “sí, esa misma” y cambio de tema porque la verdad es que paso de dedicar mi tiempo a hablar de chorizadas. Y ahora salen con esta chorrada. Debe ser que a esta gente del PP la única teta que le gusta es aquella de la que pueden mamar (con perdón). Sobre todo si la teta en cuestión es pública y da mucha, pero que mucha leche.
¡Que viva la teta!
domingo, 12 de julio de 2009
GRACIAS A TODOS
El pasado martes presentamos en Madrid el libro Los Invisibles de Kolda. La valentía de Ediciones Península, que hizo posible este sueño, y la hospitalidad de Javier Baeza y la gente de Entrevías permitieron que, por unos instantes, el recuerdo de los inmigrantes muertos intentando alcanzar Europa se materializara en una pequeña iglesia de barrio de Madrid. A partir de ahora, como dijo una mujer que estaba entre el público, las 160 almas de los jóvenes de Kolda, en el caso de que exista algo parecido, tendrán un hogar donde descansar. Sólo por eso, ha valido la pena este viaje. Gracias a todos los que estuvieron allí y gracias a quienes, desde lejos, me mandaron su apoyo y su calor.
Para quienes no pudieron estar, cuelgo un par de fotos, el reportaje publicado en El Mundo y la entrevista de Angels Barceló en la Cadena Ser.
Desde luego, hay muertos que alumbran los caminos.
http://www.elmundo.es/elmundo/2009/07/07/espana/1246991960.html
http://www.cadenaser.com/sociedad/audios/muertos-invisibles-kolda/csrcsrpor/20090706csrcsrsoc_3/Aes/
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