jueves, 30 de abril de 2009

CORBACHO, HUMORISTA

El ministro Corbacho tiene un acreditado sentido del humor. Ayer mismo, sin ir más lejos, volvió a deleitarnos a todos con una gracieta digna del mejor "late night show". El titular de la cartera de Trabajo e Inmigración abrió esa boquita y pidió a las comunidades autónomas que fueran solidarias con Canarias y acogieran en su territorio a los menores extranjeros que saturan los centros de acogida canarios.

Habrá que investigar si Corbacho ha viajado recientemente a México y está afectado por la gripe porcina, pero me parece que todo un ministro tendría que ser un poco más serio cuando se habla de ciertos asuntos. Llevo más de dos años escuchando la misma cantinela a los ministros del ramo (Caldera y Corbacho) sin que, desde el año 2007, se haya producido un solo traslado en condiciones desde Canarias. Una de dos, o no les hacen ni puto caso (no me lo creo, sobre todo porque controlan el talonario de lo público) o no les interesa el tema más allá de hacer unas declaraciones políticamente correctas de vez en cuando.

A la irresponsabilidad del Gobierno nacional a la hora de coger el toro por los cuernos se suma la intencionada mojigatería del Gobierno canario, que tampoco está demasiado interesado en buscar soluciones de verdad para la acogida de estos chicos, en la creencia de que mejorar sus condiciones de vida es un nuevo "efecto llamada" para que sigan viniendo.

Y en medio de estas dos superpotencias del buen rollito están unos mil niños africanos acogidos en Canarias en condiciones no óptimas para su normal integración, en centros que no tienen los mínimos de habitabilidad, supersaturados y en un tris de que pase una día una desgracia. El verano está a la vuelta de la esquina y, pese a la aparente calma, los cayucos volverán. Y a bordo vendrán menores. Y entonces habrá que salir corriendo a buscar soluciones. Y todo se hará mal. Y vuelta a empezar.

Lo que Corbacho tendría que hacer es buscar soluciones de verdad ahora que no está habiendo una gran entrada de chicos y dejarse de brindis al sol.

miércoles, 22 de abril de 2009

LA LEY DE LOS HOMBRES


Viajaban en dos pequeñas embarcaciones rumbo a Europa. Habían salido de Libia diez días atrás, pero perdieron el rumbo, se les acabó la gasolina o se estropearon los motores, vaya usted a saber. El pasado jueves estaban a decenas de millas de la isla italiana de Lampedusa, cuando un carguero turco llamado Pinar los descubre en medio de su desamparo. El capitán, obligado por esa necesaria ley del mar que proclama el obligatorio rescate de cualquier naufrago, se acerca hasta ellos y los sube a bordo.

Eran 145 personas. Entre ellas había unas 35 mujeres, dos embarazadas y otra, también en estado de gestación, que falleció en algún momento de la travesía o posterior al rescate, una circunstancia aún por aclarar. Estaban realmente débiles, con síntomas de hipotermia y deshidratación. Al parecer, se les habían acabado las provisiones y estuvieron bebiendo agua del mar. Su situación era muy peligrosa.

Sin embargo, el baile empieza cuando el capitán del barco turco se pone en contacto con las autoridades de Malta e Italia. El Gobierno de Berlusconi no se quiere hacer cargo de los inmigrantes porque dice que fueron rescatados en aguas bajo competencia maltesa; por su parte, el Ejecutivo maltés plantea que deben ser desembarcados en el puerto más cercano, en este caso italiano.

Mientras se prolonga el diálogo de besugos, la situación a bordo se va deteriorando hasta el punto de que Italia se ve obligada a mandar varios médicos para comprobar qué está pasando. Los 13 tripulantes del Pinar comienzan a sufrir también problemas de salud, no hay suficientes mantas a bordo y hace mucho frío por la noche. El funeral por la chica embarazada se celebra en la cubierta en medio de un impresionante silencio.

Al final, tras cuatro largos y vergonzantes días que deberían hacernos enrojecer a todos los europeos y solo para evitar un escándalo internacional si otro de los inmigrantes moría en el barco, Italia decide aceptarlos y los desembarcan en Sicilia, desde donde, probablemente, muchos serán repatriados a sus países.

Aseguran que el capitán del Pinar, cuando reemprendió su viaje tras esta historia rocambolesca, mascullaba entre dientes que, la próxima vez, quizás pasara de largo para evitarse problemas y tantos días de retraso. “¿Para qué me preocupo tanto si luego los gobiernos se pasan la pelota unos a otros? ¿Tengo yo que rescatar a inmigrantes que, posteriormente, nadie acepta desembarcar? ¿De qué sirve la ley del mar, si al final se impone la ley de los hombres?”, dicen que se preguntaba en voz alta.

La foto es de Efe.

lunes, 20 de abril de 2009

TELPAZ Y YAYI BAYAM


El Ayuntamiento de Telde, mi ciudad, ha querido invitarme este año a dar una charla dentro del proyecto Telpaz (Telde, municipio de la paz y la solidaridad), que este año han dedicado, con buen criterio, a las migraciones. Para mí es todo un honor que cuenten conmigo para estas cosas y, encima, será algo muy especial por dos razones. En primer lugar, porque el acto, previsto para el próximo viernes 24 a partir de las 17.30 horas, se celebrará en el Instituto José Arencibia Gil, precisamente el centro donde estudié durante cuatro años (además de jugar al futbolín, cantar en una murga, empezar a fumar y fugarme de clase). Es bonito volver a estos sitios.

Pero es que, además, en esta ocasión estaré fantásticamente acompañado por Yayi Bayam Diouf. Conocí a esta mujer en Senegal allá por el año 2006. En aquel entonces, madame Yayi, quien había perdido a su hijo en un cayuco, había creado una asociación de mujeres víctimas de la inmigración clandestina en el pueblo de Thiaroye sur Mer, a pocos kilómetros de Dakar. Casi no se las conocía entonces. Hoy, por el contrario, se han convertido en una referencia. Las mujeres de Thiaroye se hicieron fuertes ante la desgracia y, pese a todas las críticas que a veces reciben, están alfabetizando y luchando para tener una segunda oportunidad en la vida.

Hace pocos meses volví a verlas en Senegal. Ya tenían una sede social y habían creado una cooperativa para fabricar muñecas que venden a turistas y periodistas que se acercan por allí. Pero lo más increíble de todo es que todavía, tres años después de la desaparición de sus hijos en el mar, sueñan con verlos regresar algún día. Como me dijeron la primera vez, "preferimos vivir con la esperanza que con el dolor".

Allí estaremos.

La foto de Yayi Bayam la sacó mi amigo el inmenso fotógrafo y mejor persona Patxi Uriz cuando estuvimos juntos en Dakar. Si pueden, no se pierdan su página web con musiquita y todo. www.patxiuriz.com

jueves, 16 de abril de 2009

SUEÑAN LAS PULGAS CON COMPRARSE UN PERRO...



Me lo manda mi amiga Inés (besos) y lo cuelgo por mi hermana que siempre está ahí y por todos los nadie del mundo. Escuchar el poema en la voz de Galeano es una auténtica gozada.

miércoles, 15 de abril de 2009

BREVE MANUAL DE LA INVISIBILIDAD

Nadie nace invisible. Esta condición se suele adquirir con el tiempo y tras un largo y penoso proceso. Al principio puede ser una extremidad, un brazo por ejemplo. Cuando te vienes a dar cuenta, una mañana temprano, te pones frente al espejo y ya no está. Luego desaparece el otro y, en el transcurrir de unas semanas, las piernas, el tronco, la cabeza y, tatatachán, he aquí un nuevo invisible.

A otros les pasa de golpe. Han estado toda la vida trabajando duro y, de repente, les ponen de patitas en la calle. Hasta ese momento, su presencia corpórea había sido advertida por todos cuantos se cruzaban en su camino, el portero, la panadera, la chica del quiosco, su jefe, sus compañeros del trabajo. Sin embargo, en un plis plas, ya nadie es capaz de verlo. Esta persona sale cada día a la calle en busca de un empleo que le permita ganarse el jornal, pero no hay nada que hacer. La gente ya ni lo esquiva.

Luego están los invisibles por contraste. Los negros, por ejemplo. Ellos llegan de lugares que, en realidad, no existen y se dedicaban hasta ahora a los trabajos más duros y peor pagados, como la agricultura o el servicio doméstico. Sin papeles, sin oportunidad de conseguirlos, muchos acababan vendiendo en los mercadillos. Veíamos las máscaras y las telas africanas, pero a ellos no. Ahora muchos se han ido o quieren irse porque el trabajo escasea. Llegan y se van. Invisibles, al fin.

Y, finalmente, hay una especie de invisible que abunda mucho últimamente. Son los pobres de solemnidad. Nadie lo sabe, pero están ahí. Junto a mi casa vive uno. Ya está jubilado, cobra unos quinientos euros de pensión y a veces lo escucho revolviendo en los contenedores. En los tiempos que corren hay mucho invisible como mi vecino. Pero no se preocupen demasiado, somos capaces de pasar a escasos centímetros de ellos y ni nos enteramos.

Hay quien dice que se está organizando una revuelta de invisibles en demanda de sus derechos inherentes a toda persona, sea cual sea su composición molecular. Que amenazan con echarse a la calle y colapsar las ciudades. Pero yo no me lo creo. Quizás por un mágico conjuro podamos verlos ese día y ponerles un poco de atención. Pero al día siguiente volverán a desaparecer. Es lo que tiene la invisibilidad, que tiende a ser irreversible.

miércoles, 8 de abril de 2009

PARADOS EN EL LODAZAL DE LA POLÍTICA

Si aún tienen la suerte de conservar su puesto de trabajo, hagan un día esta prueba. Vayan de buena mañana a la oficina del paro más cercana a sus casas y quédense allí dentro un ratito. No les digo una hora, ni siquiera media. Con quince minutos quizás tengan suficiente. Y no se preocupen por pasar desapercibidos. Pasarán.

Miren a los ojos de la gente. Verán de todo. Habrá personas mayores que se han quedado en la calle tras veinte o treinta años de trabajo duro e intenso, hombres y mujeres a quienes les acaban de decir que ya no sirven, que no son útiles; habrá también jóvenes recién salidos de la universidad o del instituto que no encuentran el mínimo resquicio por donde colarse en eso que llaman con rimbombancia “el mercado de trabajo”; habrá mujeres con cargas familiares; vecinos con los que se cruzan en la plaza, en la panadería, en el parque donde juegan los niños.

Pero fíjense bien. Ya que han hecho el esfuerzo de abandonar el mullido sofá o la siempre dura silla de la oficina, fíjense bien, aprovechen esta inmersión en el ser humano. Vuelvan a mirar a sus caras. Olvídense de esos viejos clichés de que los parados son todos esos que no quieren trabajar, una panda de gandules que prefieren vivir del Estado antes que levantarse temprano cada día. Porque eso no es cierto. Son gente como usted y como yo.

A uno le dieron la patada en una empresa de ferralla que tuvo que cerrar; la otra se quedó embarazada, porque sí, porque tiene derecho, pero en el curro “no le renovaron”; al de más allá, licenciado, le falta experiencia; el que está sentado a su lado era cocinero en ese restaurante de la esquina que cerró hace un par de meses. Y así hasta nada menos que 240.000 historias terribles y dramáticas sólo en Canarias. Y la cifra sigue subiendo.

Y si tienen el suficiente tiempo y la suficiente pericia, aprenderán una cosa. Descubrirán que la desesperación por la falta de un empleo existe y es compañera cotidiana en el barrio, que no es un cuento para asustar o enderezar a los pibes. Observarán que la gente tiene miedo a un día más sin trabajo y pánico a ese momento fatal en que se quedarán sin los paupérrimos 900 ó 1.000 euros que cobran cada mes. Que todo eso se nota, se percibe y se huele cada vez más, porque hace apenas un año el panorama era completamente distinto.

Y, por supuesto, y ya estamos en el final del ejercicio práctico de hoy, si siguen todos estos sencillos pasos entenderán en ese instante con meridiana claridad que no hay ningún derecho a que nadie, absolutamente nadie, se dedique a meter más miedo en el cuerpo a esas 240.000 personas jugando con la idea de que les pueden hacer pagar cada vez que vayan al médico. Eso lo insinuó alguien del Gobierno canario hace unos días y sólo caben dos opciones, a cual peor. O no sabe de qué habla, malo; o ha metido a los parados y al sagrado derecho de una sanidad pública y universal en el lodazal de la lucha política y partidaria, algo sencillamente deleznable.

martes, 7 de abril de 2009

¡BONITO EJEMPLO!

A continuación, transcribo, no sin un poco de vergüenza, un artículo publicado estos días por el periódico senegalés L'Observateur. Aunque no se trataba de policías, sino guardias de seguridad contratados por una naviera española para llevar a cabo una repatriación de polizones, menudo ejemplo el que damos.

Tres policías españoles fueron detenidos, ayer, y encerrados en la prisión central de Rebeuss. Tras acompañar a jóvenes senegaleses repatriados, fueron detenidos en el Aeropuerto Léopold Sédar Senghor por la Policía especial del aeropuerto tras un robo que habían cometido en una tienda libre de impuestos.

Los tres policías incriminados habían salido del aeropuerto de Madrid el sábado 28 de marzo pasado. Escoltaban a jóvenes senegaleses que debían ser repatriados. Fue durante la noche del sábado 28 al domingo 29 de marzo cuando el avión que los transportaba llegó al aeropuerto Léopold Sédar Senghor de Dakar. De acuerdo a su misión, los tres policías, comúnmente llamados agentes escoltas, pusieron a estos jóvenes senegaleses a disposición de los agentes de la Policía especial del aeropuerto. Ellos debían regresar a España en el siguiente vuelo

Queriendo regresar con regalos “made in Senegal”, las tres escoltas entraron en una tienda libre de impuestos del aeropuerto que vende antigüedades. Allí se encontraron con una mujer y compraron algunos artículos. En el momento de pagar, le dan a la mujer un billete de euros grande. La mujer, que no quería dejar pasar tal ocasión, va en busca de moneda, dejando a los tres españoles en la tienda. Ella ignoraba que un blanco puede también ser un redomado ladrón. A su vuelta, se encuentra con la sorpresa de que los tres agentes escoltas habían hecho una razzia llevándose buena parte de sus objetos de valor. Aquello fue suficiente para que alertara a los policías senegaleses que están en el aeropuerto.

Tras una discusión, los tres ladrones son detenidos y llevados a un recinto de seguridad de la comisaría especial del aeropuerto, donde pasaron el fin de semana. Tras tomarles declaración fueron llevados al Bloque de las Islas Madeleines y aquí fueron llevados ante un sustituto del fiscal. Este último, después de haber leído el acta de investigación preliminar y haberles tomado declaración, les notificó una inculpación por robo. Conducidos a la prisión central de Rebeuss en una guagua de la Administración penitenciaria, serán juzgados mañana miércoles por el Tribunal de delitos flagrantes de Dakar.

domingo, 5 de abril de 2009

¡QUE NO SE ESCAPE LA VIRGEN!



Unos 30 inmigrantes africanos y asiáticos participarán este año en la Semana Santa de Melilla como portadores y costaleros ante la falta de fieles dispuestos a cargar sobre sus hombros con las pesadas imágenes. Los extranjeros, que no tienen papeles para permanecer legalmente en España (uy, qué fino ma quedao), están acogidos en el CETI de Melilla. Espero que la Cofradía del Cautivo, responsable de la magnífica idea, se haya asegurado de que la Policía no entre a saco en mitad de la procesión y arranque con los inmigrantes para la comisaría, en plan barrio de Lavapiés (ver vídeo más abajo). Ver a la Virgen del Rocío o al Cristo del Resucitado a toda pastilla por las calles de Melilla a hombros de estos invisibles sería algo impagable. La foto de los ensayos es de Antonio Ruiz (El País).

miércoles, 1 de abril de 2009

ASÍ SE CONSTRUYE LA ALIANZA DE CIVILIZACIONES

El proyecto de reforma de la Ley de Extranjería que promueve el Gobierno socialista es como el túnel del miedo de las ferias de los pueblos. A medida que vas penetrando en él te vas llevando los peores sustos. Es hasta cierto punto normal que a los legos en cuestiones jurídicas nos pasen desapercibidas algunas cuestiones recogidas en este nuevo texto legal que, sin embargo, una vez analizadas, son para mear y no echar gota, como decía Confucio.

En varias ocasiones me he ocupado de la repugnancia que produce el proyecto de ley que promueven los socialistas. Se trata de un texto legal que endurece aún más las condiciones de vida que ya sufren cientos de miles de personas extranjeras en nuestro país, una iniciativa que considera un delito el mero hecho de ayudar a otra persona, que criminaliza un fenómeno tan antiguo y natural como es la emigración y que descarga todo el peso del aparato del Estado y la represión sobre los más débiles. En uno de esos artículos me refería a la ampliación a sesenta días del periodo máximo durante el cual se podría mantener encerrado a un extranjero por el mero hecho de no tener papeles.

Pues bien, resulta que la infamia es aún peor. Una amiga “invisible” del mundo de la Justicia, a la que por cierto tengo que dar las gracias, me ha alertado sobre un aspecto que a mí se me había pasado por alto. Resulta que ese periodo de sesenta días es ampliable de modo indefinido si no se puede ejecutar la orden de expulsión por causas ajenas a la Administración española. En la práctica, que se puede mantener durante meses o incluso años a una persona en ese limbo legal que son los Centros de Internamiento por, simplemente, tener caducado su permiso de residencia.

El pasado lunes, en el escenario del teatro Cuyás de Las Palmas de Gran Canaria, dos actores recién galardonados en los premios Max, Alberto San Juan y Javier Gutiérrez, tuvieron la suficiente lucidez y valentía para aprovechar ese momento de atención mediática y denunciar, entre otras cosas, que la legislación de inmigración de este Gobierno socialista se parece cada vez más a la de Aznar (la verdad, no sé si hay un insulto peor) y que no hay injusticia peor que perseguir y putear a los vendedores del top manta en aras a la defensa de unos supuestos derechos de autor. ¿Es esta la Alianza de Civilizaciones que propugna Rodríguez Zapatero? ¿Estas son sus promesas de preocuparse por los más débiles y hacer frente a los poderosos?

Cuando el actual presidente del Gobierno salió al balcón de la calle Ferraz la noche del 14 de marzo de 2004 tras ganar sus primeras elecciones, miles de jóvenes le gritaron aquello de “no nos falles”, un grito detrás del que estaban millones de españoles. Y eso es precisamente lo que está haciendo con las iniciativas adoptadas en su segunda legislatura en materia de inmigración, iniciativas reaccionarias más propias de la derecha que de un partido progresista y movidas toda ellas por el afán de retener un puñado de votos. Fallarnos a nosotros, pero, sobre todo y lo que es peor aún, fallarse a sí mismo y a sus propios principios.
 
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